Hoy día la educación emocional es un tema muy interesante y de actualidad pedagógica. Cada vez más, son las escuelas y centros educativos que optan por impartir y trabajar en sus aulas la educación emocional con su alumnado.

No podemos hablar de Educación Emocional sin hacer referencia primero a la Inteligencia Emocional. Se hace indispensable profundizar en este concepto mediante las aportaciones realizadas por diversos autores en los últimos años.

Así, L. Thorndike (1920), psicólogo de la Universidad de Columbia fue el primero en identificar un aspecto de la Inteligencia emocional que denominó “Inteligencia social”, y la definió como: “La habilidad para entender y manejar a los hombres y mujeres, muchachos y para actuar sabiamente en las relaciones humanas”.

Por otro lado, Gardner (1983) rechazó la idea de un solo tipo de inteligencia en el individuo, afirmando que existían al menos siete tipos de inteligencias entre las cuales encontramos dos de componente emocional, la inteligencia intrapersonal y la inteligencia interpersonal.

Fue en 1990 cuando los psicólogos Peter Salovey y John Mayer publicaron dos artículos sobre el impacto de los componentes no – intelectuales, se postulaba la idea de la inteligencia emocional. Se basaron en la idea de que unas personas razonaban mejor que otras sobre las emociones y también en la idea de que ese razonamiento emocional se veía mejorado por estados emocionales positivos o adecuados, y presentaron la primera definición formal de este concepto.

Para estos dos autores la Inteligencia emocional consiste en “la habilidad para manejar sentimientos y emociones, discriminar entre ellos y utilizar estos conocimientos para dirigir los propios pensamientos y acciones”. (Mayer y Salovey, 1997).

Pero realmente, este concepto no fue hasta 1995 cuando alcanzó su popularidad. Fue gracias al autor Daniel Goleman, quien tuvo en cuenta la definición dada por los autores Mayer y Salovey añadiendo a ello la importancia del conocimiento de nuestras propias emociones y la de los demás, así como la de poseer ciertas habilidades, entre ellas; la motivación, la empatía, el control de impulsos o la autoconciencia.

Desde la escuela se debe trabajar además de los contenidos académicos estos contenidos tan necesarios para la vida como es la educación e inteligencia emocional. Desde esta entidad se deben tratar valores y aprendizajes socialmente relevantes e imprescindibles para el desarrollo integral del alumnado.

Las emociones están continuamente presente en nuestro día a día, en cualquier espacio y tiempo, con nuestra familia, amigos, en la escuela, en nuestro entorno, etc. Por ello es fundamental trabajar la educación emocional desde todos los ámbitos.

Según Bisquerra (2003) una emoción es: “un estado complejo del organismo caracterizado por una excitación o perturbación que predispone a una respuesta organizada. Las emociones se generan como respuesta a un acontecimiento interno o externo”.

Teniendo en cuenta a López Cassá, E (2005) “Las emociones está presentes en nuestras vidas desde que nacemos y juegan un papel relevante en la construcción de nuestra personalidad e interacción social”.

Así, estudios recientes de neurociencia, demuestran que las emociones tienen una implicación directa en la memoria y aprendizaje, existen emociones que lo facilitan y otras que lo dificultan. Todo aprendizaje significativo está ligado a una vivencia emocional. (Begoña Ibarrola, 2013: Aprendizaje emocionante: Neurociencia para el aula. Editorial SM).

El desarrollo de alumnos y alumnas emocionalmente saludables contribuirá a la mejora del clima de aprendizaje y ayudará a disminuir ciertos conflictos. El trabajar la educación emocional con los niños y niñas contribuye a su desarrollo evolutivo, afectivo y social.

Hay diferentes tipos de emociones, muchos autores han intentado realizar una tipología de las emociones. Según Goleman (2001) todavía no hay nada claro, por ello, las posibles definiciones dependen del enfoque donde se parta.

Muchos autores defienden un modelo biológico, las emociones primarias dependerán del efecto que sobre el cerebro produzca la emoción. Así, Panksepp (1982) propone la existencia de cuatro emociones; miedo, furia, pánico y expectativa. Tomkins (1970) distingue entre seis emociones; alegría, timidez, rabia, asco, miedo y sorpresa). Y para el autor Ekman (1984) planteó que existían siete; alegría, sorpresa, tristeza, miedo, rabia, asco y desprecio.

Las emociones básicas o primarias se inician con rapidez. Estas emociones no son aprendidas sino que forman parte de la configuración del ser humano.

Evans (2002) propone que a pesar de las emociones básicas existen las emociones secundarias y las emociones cognoscitivas superiores. Estas últimas difieren en que no son tan rápidas ni automáticas. Entre estas emociones se encuentran: amor, culpabilidad, vergüenza, orgullo, envidia y celos.

En cambio, para autores como Fernández Abascal, Martín y Domínguez (2001) clasifican las emociones en primarias, secundarias, positivas, negativas y neutras.

Reconocer nuestras propias emociones es fundamental, ya que es una aptitud indispensable de la inteligencia emocional. El reconocimiento de nuestras emociones y la de los demás comienza cuando contactamos con nuestros sentimientos y emociones o percibimos la de los demás. Por ello, la educación emocional es esencial trabajarla desde edades muy tempranas.

 

IMPORTANCIA DE LA EDUCACIÓN EMOCIONAL EN EL AULA

            La familia es la primera escuela para el aprendizaje emocional de los niños y niñas. Por ello, la utilización inteligente de las emociones debería comenzar en ella y continuarse en la escuela. La escuela como contexto cercano y vivencial del niño/a debe potenciar esto y trabajarlo profundamente, desde esta entidad se pretende enseñar y educar las emociones del alumnado. Los entornos familiar y escolar deben tener un compromiso mutuo para educar emocionalmente al niño o la niña.

Según Bisquerra (2000) la Educación Emocional es “un proceso educativo, continuo y permanente que pretende potenciar el desarrollo de las competencias emocionales como elemento esencial del desarrollo humano, con el objetivo de capacitarle para la vida y con la finalidad de aumentar el bienestar personal y social”.

Este mismo autor establece unos objetivos que deberían ser alcanzados para obtener una educación emocional. Los objetivos para conseguir dichas habilidades y competencias son:

  • Reconocer las emociones.
  • Diferenciar las emociones de los demás.
  • Fomentar habilidades para controlar el estrés y la ansiedad.
  • Desarrollar emociones positivas y evitar negativas.
  • Potenciar la competencia emocional.

Los niños/as continuamente están inmersos en contextos donde se desarrollan múltiples y variadas situaciones a las que deben hacer frente emocionalmente. Por ello desde la escuela es necesario enseñar a los niños y niñas a afrontar dichas situaciones de la mejor manera posible. La educación emocional les proporciona estas destrezas, competencias y habilidades, de ahí la importancia de trabajar esto desde la escuela.

Educar emocionalmente significa validar las emociones, mostrar empatía por los demás, reconocer e identificar las emociones, saber qué están sintiendo, relacionarse adecuadamente con los demás, proponer estrategias para resolver problemas, entre otros.

Trabajar la educación emocional desde la escuela, y sobre todo desde edades muy tempranas tiene múltiples beneficios y ventajas. La Educación Emocional responde a las necesidades sociales y emocionales de las personas. La implantación de este tipo de educación en el ámbito escolar es de gran importancia.

Los niños y niñas obtienen muchas ventajas tanto a nivel educativo como a nivel personal. Con la educación emocional el alumnado adquieren las herramientas necesarias para afrontar diversas situaciones.

La Educación Emocional se puede justificar a través de varios aspectos. A continuación para finalizar dicho artículo se reflejan las siguientes justificaciones sobre esta temática.

Justificación de carácter pedagógico. Estudios de neurociencia, demuestran que las emociones tienen una implicación directa en la memoria y aprendizaje, existen emociones que lo facilitan y otras que lo dificultan.

Justificación de carácter legal. Las leyes educativas actuales aluden en repetidas ocasiones a los procesos de formación integral del alumno basado principalmente en que la educación es el motor que promueve el bienestar de un país.

Justificación de carácter contextual. El desarrollo de alumnos y alumnas emocionalmente saludables contribuirá a la mejora del clima de aprendizaje en nuestra clase y ayudará a disminuir el número de conflictos y a resolver de forma dialogada aquellos que surjan, aprendiendo de cada una de las situaciones que se den en clase.

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